19 de setembro de 2019

Vivan los domingos sinceros


[Fotografía: robada de la página del Gaiás]

...en Comala comprendí  
que al lugar donde has sido feliz  
no debieras tratar de volver...
Joaquín Sabina, Peces de Ciudad

Pocas cosas hay más irracionales que odiar un sitio. Las ciudades no son más que alquitrán, hormigón, y alguna que otra zona verde para intentar enmascarar la polución que nos está matando poco a poco. 
Odié Dublín porque llovía, hacía frío, y el hotel en el que nos quedamos fue el peor que he pisado en mi vida.
Amé París porque hacía sol, buen tiempo y estaba con gente a la que adoro. 
Odié Berlín porque perdimos el bus, el metro no llegaba hasta nuestro hotel y el pollo de la cena estaba seco.
Amé Inverness por las risas de la precena, de la postcena y los conciertos improvisados.

No hay nada más subjetivo que el amor o el odio a un sitio. Los sitios son sólo eso, sitios. Lo que de verdad los hace diferentes, y perdón por la obviedad, son sus personas.

Siempre odié Santiago de Compostela. 
Recuerdo que en las excursiones siempre llovía.
Recuerdo resbalar y caerme al suelo en una de esas interminables calles empedradas, rompiendo mi pantalón favorito.
Recuerdo ir a un hospital a ver a un moribundo.
Recuerdo una época en la que todas y cada una de las personas que conocía que era de Santiago eran rematadamente gilipollas muy especiales (en serio, no se salvaba una). 
Recuerdo llorar en el aeropuerto despidiéndome de Una de las Grandes Personas de Mi Vida© (¿qué habrá sido de él, por cierto?)

Santiago, durante mucho tiempo, sólo fue un sitio gris, lleno de mala gente y de malos momentos. Por eso este año cuando tuve que ir a trabajar allí, todo fue llanto y crujir de dientes.
Eran sólo quince días, pensé. Nada que no pudiera soportar.

Pero los quince días fueron un mes, y un mes dos, y así hasta llegar a seis meses.
Y hubo mucha gente bonita.
Y hubo risas.
Y hubo grandes momentos.
Y hubo muchos días maravillosos.

Y, de repente, Santiago no era tan gris.
De la noche a la mañana, había flores en las ventanas, sonrisas en las calles y gente que abre las puertas de su casa a una completa desconocida.Y amigos.Y Distracciones de Ojos Azules y Voz de Narrador© que, aunque todo haya sido nada (y si tal hablo de eso en otro momento), me han devuelto muchas cosas que creía perdidas.
Así que de pronto me vi rezando por volver a un sitio del que quería huír como de la peste.
Ni tan siquiera un desamor, o lo que sea esta tristeza que llevo dentro, pudo empañar mi vuelta a Santiago.

He hecho las paces con una ciudad a la que le he profesado muchos años de odio.
Y en (gran) parte se lo debo a gente como A y a R, compañeras de cañas sin igual, que me devolvieron la fe en una ciudad que consideraba maldita.

No estoy en condiciones de escribir porque llevo demasiada cerveza a bordo y seguramente este post se destruirá cuando se me pase la resaca, pero tenía que decíroslo.

Gracias, A y R, por todo.

9 comentarios:


  1. Por favor, no destruyas este post. Es muy bueno. Si acaso, tómate otra cerveza para brindar por A. y R. y haber ayudado a cambiarte la mirada sobre Santiago

    Las cosas son cómo las explicamos y siempre estamos a tiempo de cambiar una primera (incluso segunda o tercera) mala impresión...

    Bicos

    PD. y si tal, sí, habla de eso en otro momento

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  2. A mí me gusta Santiago aunque llueva. Un beso

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  3. Grtacias por pasar te cuento me hubiera gustado conocer tu rostro mil abrazos bonito texto

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  4. Que locura de sentimientos, pero si las ciudades son lugares, son las personas las que lo hacen,no me ha pasado aun de odiar alguna, pero si estoy segura que amo Londres infinitamente,
    abrazo

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  5. Soy irracional, así que suelo cometer el error de odiar lugares por cosas muy parecidas a las que le ocurren a la protagonista de tu relato...y, claro, amar y adorar situaciones, sitios, recuerdos, olores... por todo lo contrario.

    Me encanta leerte, tienes talento para narrar, y muy buen ritmo, como de blues. Y humor.

    Ah, también trato de no regresar a los lugares donde fui muy feliz no sea que mi hermoso recuerdo se pueble de pensamientos mustios.

    Un beso,

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  6. Mucha cerveza a bordo? No la borres, esta genial... amor, odio, montones...todo es cambiante.
    Las personas ayudan a ese cambio (de parecer o de ideas) Besos

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  7. Pues no lo elimines porque has escrito un post muy emotivo y muy certero. Es verdad que la imagen que nos hacemos de los lugares está relacionada con nuestras propias experiencias. No puede ser una cosa sin la otra. Y también es verdad lo que dices: esa imagen siempre puede cambiar. Todo es moldeable, todo cambia y se retroalimenta.

    Me alegro de ese cambio positivo.

    Un abrazo desde mi orilla.

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  8. ·.
    Falo (del verbo falar)
    Menos mal que llego a tiempo. El post no se autodestruyó.
    Como peregrino agnósticodeportivo nunca llegue a general el odio necesario, pero tampoco el amor incondicional. Tal vez más de una docena de veces no haya sido suficiente. La última vez, por ejemplo, no paré. Seguí hacia Muxía y Finisterre. Pero te entiendo.
    Y esa foto... de ese megalomaníaco engendro, no creo que le aporte mucho a la ciudad. Unas zamburiñas con un ribeira sacra dan más de sí.
    Bicos pa Lucus


    LMA · & · CR

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  9. Tienes razón, los amores y las fobias a los sitios son demasiado subjetivos. Lo único que le puede faltar a Santiago desde mi punto de vista es el mar. Para mí es la ciudad más bonita de Galicia (y si llueve, más todavía), he charlado, me he divertido, he escuchado música clásica en el Pepa a Loba y en el Paraíso Perdido, me he sentido más gallego, he mantenido debates interesantísimos en el Modus Vivendi y he disfrutado del rock en un montón de garitos como el Avante entre otros, he ido al mejor concierto de mi vida en la Nasa, me he empapado de sus gaitas, he jugado al futbolín en el BarTolo... yo qué sé. Siempre me flipó.

    Un beso flipado.

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