[Imagen: llevo una temporada con mi mano buena* atrofiada... perdonad mi ausencia]
Hoy se conmemora el nacimiento de Rosalía de Castro, una de las mayores representantes de la lengua gallega.
Aunque a juzgar por lo visto en redes,
más bien parece el Dia Nacional da Ofensa Gráfica a Rosalia de Castro.
Nunca fui mucho de poesía** a pesar de que ÉL era poeta, pero sí que es cierto que la grandeza de Rosalía La No Trapera está por encima de toda duda. De hecho, uno de los pocos poemas que sé de memoria y que me lleva acompañando años lleva su firma:
Unha vez tiven un cravo Una vez tuve un clavo
cravado no corazón, clavado en el corazón
i eu non me acordo xa se era aquel cravo y yo ya no me acuerdo si era aquel clavo
de ouro, de ferro ou de amor. de oro, de hierro o de amor.
Soio sei que me fixo un mal tan fondo, Solo sé que me hizo un mal tan profundo
que tanto me atormentóu, que tanto me atormentó
que eu día e noite sin cesar choraba que yo de día y de noche lloraba
cal choróu Madalena na Pasión. como lloró Magdalena en la Pasión.
“Señor, que todo o podedes "Señor, que todo lo puedes
-pedínlle unha vez a Dios-, - le pedí una vez a Dios -,
dáime valor para arrincar dun golpe dame valor para arrancar de golpe
cravo de tal condición”. clavo de tal condición".
E doumo Dios, arrinquéino. Y me lo dió Dios, lo arranqué,
Mais…¿quén pensara…? Despois Pero... ¿quién pensara...? Después
xa non sentín máis tormentos ya no sentí más tormentos
nin soupen qué era delor; ni supe qué era dolor;
soupen só que non sei qué me faltaba supe solo que no sé qué me faltaba
en donde o cravo faltóu, en donde el clavo faltó,
e seica..., seica tiven soidades y parece... parece que tuve soledades
daquela pena…¡Bon Dios! de aquella pena... ¡Buen Dios!
Este barro mortal que envolve o esprito Este barro mortal que envuelve el espíritu
¡quén o entenderá, Señor!… ¡quién lo entenderá, Señor!
Rosalía de Castro
(Follas novas, 1880)
Mientras escribo estas líneas llevo casi dos meses sin noticias de Majesty, Pessoa me ha mandado un email diciendo que ha tenido una epifanía y que va a dejar de venir a clase, y Don Gato me pregunta cómo me fue el día y cómo está mi mano.
Mientras escribo estas líneas sigo echando de menos a Majesty. Porque si llego a saber que aquella era nuestra última vez, hubiera prestado más atención. Hubiera memorizado su cara atreviéndome a mirarle a los ojos más de un par de minutos, ignorando el rubor que me subía a las mejillas cada vez que le miraba. Hubiera memorizado su piel, su tacto, y no solo los tatuajes de sus brazos. Hubiera embalsamado su recuerdo, su forma de andar, su forma de abrocharse la cazadora, su forma de atarse los cordones de las zapatillas. Ojalá hubiera sabido que esa era nuestra última mañana.
***
* Sí, soy zurda. Soy retorcida hasta para esto...
** Disculpadme, poetas míos, pero soy una persona prosaica en el sentido más amplio del tema.