[But in my mind I could still climb inside your bed And I could be victorious Still the only man To pass through the glorious arch of your head, oh
Madrugada, Majesty]
Cuando me desperté de madrugada (porque lo de dormir más de tres horas seguidas parece ser cosa de la Antigua Normalidad™) lo primero que vi al coger el teléfono para ver la hora fue su mensaje.
El remitente, una persona intermitente que me había tenido despierta hasta las dos y media de la mañana.
Una persona que no me conviene.
Que no será nunca nada.
Que va y viene, y que cuando viene lo descoloca todo.
Que cuando no está, sigue estando.
Que no sabe ni quién soy, ni creo que eso le llegue a importar realmente.
Que es una malísima idea.
Que no tiene sentido alguno, ni futuro, ni nada que se le asemeje.
Que no es nada.
Que no es nadie.
Que nunca será nada.
Que nunca será nada.
Que nunca será nada.
Que nunca será nada.
Pero para no ser nada, está siendo demasiado.
Nota para mí misma: NO.
Been there, done that.
NO.
Siempre me quedarán las dolorosamente hermosas (o hermosamente dolorosas) canciones de Madrugada, banda que por culpa de un molusco gasterópodo ahora es parte de mi BSO.
Tengo la certeza de que en un futuro voy a tener que hablar largo y tendido de 2020 con un psicólogo
Estoy bien. STOP. Todo lo bien que puedo estar siendo yo. STOP. La salud, bien. Los seres queridos, bien. El dinero, regular, pero suficiente. STOP. Todo bien. STOP.